lunes, 25 de febrero de 2019

Rezos cotidianos


Ayúdame a ser parte del viento, 
que fluye en la carretera sin saberse eterno. 
A aceptar mi finita condición. 
No soy Dios. Ni el Universo, ni la eternidad del tiempo. 

¿Qué es el tiempo? No puedo enjaularlo 
como a un triste canario amarillo. 
Sí puedo escuchar su canto 
en cada estación, con los destellos del sol, 
la caída de la lluvia o los reflejos de la luna 
sobre los canales. 

Llegará el momento en que deje de respirar mis versos. 
¿Para qué correr tanta ambición? 
¿Por qué tanta ansiedad para llegar? ¿Adónde?

Que yo pueda danzar mis poemas a la orilla del mar, 
en lo que me quede de aliento. Libérame del ruido 
en el que mi mente se pierde tantas veces, por miedo a morir. 

Ayúdame a aceptar la mujer que soy en mi finita condición.
No seré ni más ni menos que la silenciosa y oculta raíz 
que me espera debajo del árbol. 

Que yo pueda confiar en el tiempo de la siembra,
y que tenga las fuerzas para recoger la cosecha,
antes de entregarme al último abrazo. 


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