miércoles, 9 de enero de 2013

milagros


XVI

Frente a las ventanas de casa se ve el final del parque y los tranvías rojos que van hacia el mar de Scheveningen. Pasan uno detrás del otro, cada cinco minutos, y con Fabrizio pegado al pecho siento el calor del abrazo como una huella blanda, profunda, silenciosa. “Que el mundo siga girando a su antojo; no tengo prisa”. Recuesto a mi hijo sobre las rodillas, me mira con ojos curiosos, deja escapar unos sonidos como si quisiera contarme algo, me sonríe, le doy un beso en la nariz. 

XVII

“Mirá el milagro que hicimos juntos”, me dice Chris señalándome a Fabrizio mientras lo paseamos en el cochecito. Me emociono hasta las lágrimas, abrazo a Chris, beso a mi hijo, recojo castañas debajo de los árboles, y seguimos caminando en silencio. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario