VI.
Hay miradas
tan perdidas
que no parecen
pertenecerles al cuerpo
que las sostiene.
VII.
Algunas pupilas
saltan de un lugar a otro
y no aterrizan
en ninguna parte.
VIII.
Otras están blindadas.
No le abren la puerta
a nadie. Temen ser lastimadas.
Y no se dan cuentan de
que se están muriendo.
IX.
Hay miradas
tan hundidas
en sí mismas,
que dan vértigo.
X.
Hay otras que son un remolino
de hojas alborotadas, y te envuelven,
y te llevan hacia lugares escabrosos.
XI.
Hay miradas
que se niegan
a escuchar.
Y levantan muros
dejando de lado
los días con su noches,
y sus soles
y sus lunas.
XII.
Otras miradas
te quedan
grabadas como
huellas de gaviotas
en la playa.
Y no hay viento
ni memoria que las borre.
XIII.
Esas son las miradas
que reposan en tu hombro
y descansan.
Son como una caricia
de un mar sereno.
No tienen más intención
que la de acompañarte.
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