I.
Miradas que son una ventana al mar;
con un brillo constante en las pupilas
se sostienen con dignidad.
Me zambullo en las profundidades
de esas aguas. Nado hasta donde
me alcanza el aliento. Confío en silencio
en ese instante en que se respira pleno,
intenso, y las palabras están demás.
II.
Miradas que abrazan.
Contienen. Esperan ansiosas
la llegada de alguna palabra.
Y cuando un pensamiento
se eleva en la voz y aterriza
en la mesa al lado del café,
la mirada del amigo
se intensifica, desplegándose
en infinitas expresiones
imposibles de fotografiar.
III.
No hay nada más efímero que una mirada
atravesando un instante de silencio.
Apenas se instala en el tiempo y desvanece.
Pero es la nota musical que el alma necesita
para respirar.
IV.
En ciertas miradas
suenan acordes finísimos,
y hacen del silencio
una música que anima,
sacude, invita, provoca risas,
abrazos, gestos llenos de vida.
V.
Mirada y palabra;
a veces de la mano,
a veces contrariadas.
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