domingo, 8 de noviembre de 2015

el mundo mágico de los 3


Un conejo llamado Sushi vive en la terraza de casa. A mis 44 años soy incapaz de reconocerlo o quizá él se esconda de mí. Mi hijo de tres años lo ve perfectamente; conoce sus rutas de memoria y le lleva zanahorias cada día. Largas conversaciones tiene con él. A veces se le escapa por la escalera o se le escabulle entre las margaritas y tenemos que ir a buscarlo. En esos momentos vuelvo a ser capaz de percibir a Sushi con sus largas orejas, sus ojos inquietos, su nariz suspendida en un constante temblor. Su piel es tan suave que me dan ganas de volver a la cama grande de mi abuela materna y pedirle que me cuente una historia. A diferencia del conejo de Alicia, Sushi vive distendido y los relojes no lo persiguen. No se trata de un conejo inglés. Quizá se trate de un conejo latino de la época en que nadie corría detrás de los tranvías. Muchas veces he intentado sacarle una foto, pero ante el ojo de la cámara, su imagen desaparece. 

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