domingo, 30 de octubre de 2016

sólo una apariencia


Como si la hubieran decapitado en pleno cielo,
 había desaparecido de golpe, y, sin embargo,
 era sólo una apariencia, un juego de la niebla. 
 En cuanto empezó a despejarse, 
 la torre de la iglesia estaba ahí, 
 con su fortaleza milenaria, 
 asomándose igual que el sol,  
 un día más, y el campanario allá en lo alto, 
 resonando las primeras campanadas.


domingo, 16 de octubre de 2016

una obra de Milton Camilo


¿Con qué palabras podría responderle a esta mirada? 
 Quizá, mejor sería una caricia. 


lunes, 10 de octubre de 2016

6 minutos







En medio del parque, sentada en un banco con los ojos cerrados, sigo el recorrido matutino de sólo 6 minutos: respiro profundo, los pájaros también respiran conmigo y se dejan escuchar. El motor de un auto también dice, buenos días, empezó la jornada. El grito estridente de un pato se acopla al motor del auto. Los pájaros continúan con su coro de fondo. El vecino de enfrente atraviesa el parque. El hombre padece de un trastorno mental y sus pasos son inconfundibles; sólo con escucharlos, los reconozco de inmediato. Más autos y más patos se dejan escuchar. Una imagen en mi mente interrumpe la realidad cotidiana: la sonrisa de la maestra a las ocho de la mañana, justo cuando le dije, “disculpe, dejé sobre la mesa de casa la merienda de Fabrizio, vuelvo enseguida”. Afortunadamente vivimos cerca. Vuelo hasta casa y regreso con la comida de mi hijo en breves minutos. Ahora es tiempo de volver a respirar con tranquilidad. Tiempo de recuperar el hilo de la mañana. Tiempo de aterrizar. Empiezo por el parque de enfrente de casa. Un segundo de silencio. Todo se ha apagado en la ciudad por una décima de segundo: motores de autos, cantos de pájaros, gritos de patos, los pasos del vecino. Mi mente absorbe ese segundo de silencio, como quien bebe un vaso de agua fresca. Lo agradezco. En ese instante me recuerdo a mí misma algo vital: “Ale, sos de carne y hueso”. “El día de hoy no tiene que ser perfecto”. Suena el despertador en medio del pensamiento y abro los ojos. El recorrido de los 6 minutos ha acabado. El vecino nos asalta con un grito desesperado y el cielo se raja al medio. El sol se cuela por todas partes y lo siento en las mejillas. No sé por qué, pero el grito del vecino me recuerda al pato del comienzo del recorrido. Unas enfermeras lo calman y sus gritos se apagan enseguida. Es hora de empezar a trabajar. Emprendo la marcha rumbo a casa y sin apuro. 

(Fotografías: Alejandra Darriulat)