viernes, 25 de noviembre de 2016

un lugar para la poesía


El martes 15 de noviembre la Universidad de Tilburg le abrió una puerta a la poesía. Se animó a acercarse al campo de las emociones y me permitió motivar a sus alumnos a escribir poemas en español. Trabajamos con materiales visuales de la fotógrafa uruguaya, Fernanda Montoro y el pintor brasileño, Milton Camilo. ¡Un hermoso desafío! Un momento de conexión y de crecimiento. Gracias a la poesía tuve la oportunidad de conocer a un grupo de jóvenes talentosos. Jóvenes que se atrevieron a conectarse con sus sentimientos y escribieron poemas maravillosos. Un gran agradecimiento y un abrazo para ellos con esta nueva edición de la Lupa. 

(On Tuesday, November 15, the University of Tilburg opened a door to poetry and allowed me to motivate students to write poems in Spanish. We work with visual materials of the Uruguayan photographer, Fernanda Montoro and the Brazilian painter Milton Camilo. A beautiful challenge! A moment of connection and growth. Thanks to the poetry I had the opportunity to meet a group of talented young people. Young people who dared to connect with their feelings and wrote wonderful poems. Thank you very much and a hug for them with this new edition of la Lupa)






                                    En medio de la niebla
                                    Perdida una mujer 
                                    Descubre su animal espiritual
                                    En un ciervo
                                    Alerta y sensible
                                    El bosque le mostro su verdadero yo

                                    Fjoraldo Yzeiri

                                    Fotografía: Fernanda Montoro







                                            
                                   Un día más
                                   Un niño, sin comer, sin agua
                                   Los ojos llenos de esperanza
                                   Un día más
                                   Que espera una sonrisa
                                   Un día más
                                  
                                  Huub de Bruijn
                                  
                                  Cuadro: Milton Camilo.



                                                         

miércoles, 2 de noviembre de 2016

se largó el otoño


Tantas hojas acumuladas contra el cordón, como recuerdos que se van superponiendo en la memoria. 
Antes de largarse a llover, empecé a despejar las veredas del otoño, como quién limpia los cajones de cosas viejas que se resisten a marchar. Y es que ya no hay lugar para lo que se va desecando en los armarios o en el alma. Una brisa fresca hace que me mueva más rápido. El sol en las mejillas da su toque de calor. En el bolsillo del pantalón, del celular sale una canción en holandés, que me invita a contemplar la gente alrededor, como quien se detiene a contar la cresta de las olas, cuántas se elevan hacia el cielo y bajan y ruedan hasta la orilla. La canción me motiva a cerrar los ojos, sonreír tímidamente, y agradecer un día más.
Se acerca una vecina y me pregunta, ¿cómo marcha la poesía? Creo que hoy se fue a pasear entre las hojas, le respondo, y ella se sonríe, me cuenta de sus hijos, y me pregunta por Fabrizio. Hablamos, intercambiamos palabras, amortiguadas por el silencio, mientras los árboles no dejan de sacudirse las hojas del cuerpo. La vecina mira el reloj y se despide. Subo a casa y me hago un café, antes de ponerme a trabajar. 



Barriendo la vereda esta mañana me di cuenta que hay tantas arañas como vecinos. Ellas dejan sus huellas en los zócalos de las ventanas tejiendo transparencias llenas de esperanzas. Cuando se largó la lluvia, las telarañas se cubrieron de perlas. 



domingo, 30 de octubre de 2016

sólo una apariencia


Como si la hubieran decapitado en pleno cielo,
 había desaparecido de golpe, y, sin embargo,
 era sólo una apariencia, un juego de la niebla. 
 En cuanto empezó a despejarse, 
 la torre de la iglesia estaba ahí, 
 con su fortaleza milenaria, 
 asomándose igual que el sol,  
 un día más, y el campanario allá en lo alto, 
 resonando las primeras campanadas.


domingo, 16 de octubre de 2016

una obra de Milton Camilo


¿Con qué palabras podría responderle a esta mirada? 
 Quizá, mejor sería una caricia. 


lunes, 10 de octubre de 2016

6 minutos







En medio del parque, sentada en un banco con los ojos cerrados, sigo el recorrido matutino de sólo 6 minutos: respiro profundo, los pájaros también respiran conmigo y se dejan escuchar. El motor de un auto también dice, buenos días, empezó la jornada. El grito estridente de un pato se acopla al motor del auto. Los pájaros continúan con su coro de fondo. El vecino de enfrente atraviesa el parque. El hombre padece de un trastorno mental y sus pasos son inconfundibles; sólo con escucharlos, los reconozco de inmediato. Más autos y más patos se dejan escuchar. Una imagen en mi mente interrumpe la realidad cotidiana: la sonrisa de la maestra a las ocho de la mañana, justo cuando le dije, “disculpe, dejé sobre la mesa de casa la merienda de Fabrizio, vuelvo enseguida”. Afortunadamente vivimos cerca. Vuelo hasta casa y regreso con la comida de mi hijo en breves minutos. Ahora es tiempo de volver a respirar con tranquilidad. Tiempo de recuperar el hilo de la mañana. Tiempo de aterrizar. Empiezo por el parque de enfrente de casa. Un segundo de silencio. Todo se ha apagado en la ciudad por una décima de segundo: motores de autos, cantos de pájaros, gritos de patos, los pasos del vecino. Mi mente absorbe ese segundo de silencio, como quien bebe un vaso de agua fresca. Lo agradezco. En ese instante me recuerdo a mí misma algo vital: “Ale, sos de carne y hueso”. “El día de hoy no tiene que ser perfecto”. Suena el despertador en medio del pensamiento y abro los ojos. El recorrido de los 6 minutos ha acabado. El vecino nos asalta con un grito desesperado y el cielo se raja al medio. El sol se cuela por todas partes y lo siento en las mejillas. No sé por qué, pero el grito del vecino me recuerda al pato del comienzo del recorrido. Unas enfermeras lo calman y sus gritos se apagan enseguida. Es hora de empezar a trabajar. Emprendo la marcha rumbo a casa y sin apuro. 

(Fotografías: Alejandra Darriulat)




jueves, 29 de septiembre de 2016

miradas (3)


XIV.

Lo primero que extraño 
de una persona que quiero
y está lejos, es su mirada. 

XV.

Hay miradas que me tocan,
miradas que vibran y cantan, 
y me dejo llevar 
dulcemente, por la danza 
de una noche estrellada.  

XVI.

Hay miradas 
que son en sí mismas
tanta verdad, que ruego
que no salga ninguna
palabra. 

XVII.

Miradas que llueven
sonrisas, caricias,
un sol de otoño
arrimándose al café. 

XVIII.

Una mirada propia.
La mía. La tuya.
Tan única como un huella digital.
Se desplazan por andenes invisibles.

XIX

¿Qué registros, qué marcas, qué viajes
elijo hacer con la mirada en este momento
y en este lugar? 





martes, 20 de septiembre de 2016

Miradas (2)


VI.

Hay miradas
tan perdidas
que no parecen 
pertenecerles al cuerpo
que las sostiene. 



VII. 

Algunas pupilas 
saltan de un lugar a otro
y no aterrizan 
en ninguna parte.


VIII.

Otras están blindadas.
No le abren la puerta 
a nadie. Temen ser lastimadas. 
Y no se dan cuentan de
que se están muriendo. 


IX.

Hay miradas 
tan hundidas 
en sí mismas,
que dan vértigo.



X.

Hay otras que son un remolino
de hojas alborotadas, y te envuelven,
y te llevan hacia lugares escabrosos.

XI.

Hay miradas 
que se niegan
a escuchar. 
Y levantan muros
dejando de lado
los días con su noches,
y sus soles 
y sus lunas. 


XII.

Otras miradas  
te quedan 
grabadas como
huellas de gaviotas
en la playa.
Y no hay viento
ni memoria que las borre. 


XIII.

Esas son las miradas 
que reposan en tu hombro 
y descansan. 
Son como una caricia 
de un mar sereno.
No tienen más intención
que la de acompañarte.














lunes, 12 de septiembre de 2016

miradas


I.

Miradas que son una ventana al mar;
con un brillo constante en las pupilas
se sostienen con dignidad.
Me zambullo en las profundidades 
de esas aguas. Nado hasta donde 
me alcanza el aliento. Confío en silencio
en ese instante en que se respira pleno,
intenso, y las palabras están demás.


II.

Miradas que abrazan.
Contienen. Esperan ansiosas
la llegada de alguna palabra.
Y cuando un pensamiento 
se eleva en la voz y aterriza
en la mesa al lado del café,
la mirada del amigo
se intensifica, desplegándose
en infinitas expresiones
imposibles de fotografiar.


III.

No hay nada más efímero que una mirada 
atravesando un instante de silencio. 
Apenas se instala en el tiempo y desvanece. 
Pero es la nota musical que el alma necesita
para respirar. 


IV.

En ciertas miradas
suenan acordes finísimos,
y hacen del silencio 
una música que anima,
sacude, invita, provoca risas, 
abrazos, gestos llenos de vida. 


V. 

Mirada y palabra;
a veces de la mano,
a veces contrariadas.


jueves, 8 de septiembre de 2016

tango


Cuando escucho tangos, escucho recuerdos: Mis abuelos con la radio encendida un domingo de mañana en la cocina. Los canarios dando vueltas entre los pies del abuelo Tito, mientras él leía el diario, la abuela contaba historias, y yo los contemplaba regocijándome en el calor de la mañana. Un músico callejero tocando La Cumparsita con un acordeón, las plazas desbordadas de palomas, y un fotógrafo con una cámara de esas que tenían un trípode. La palabra Tango me devuelve a la Plaza del Entrevero y veo a mi abuela bailando con una mezcla de entusiasmo y de nostalgia. Cada vez que suena el tema Libertango de Piazzolla, siento una vez más las luces del escenario sobre la piel de la época en que bailaba... 

lunes, 29 de agosto de 2016

sábado, 20 de agosto de 2016

Una tarde en Amsterdam


Un barco se desliza sobre el canal.
Gente fuera y dentro del café moviéndose
como si los estuviera soñando.
Un sueño y un despertar del color de las uvas. 
Los primeros vientos de la primavera. 
Y nosotros tres mirando por la ventana del café.
La tibieza de la tarde, los minutos que se escurren y nos unen,
las miradas que nos tocan y se van, las voces que se entremezclan 
como olas de mar, los tranvías que no dejan de pasar, 
la calidez de estar juntos, antes de despedirnos. 

Fugacidad



                        Como si realmente se pudiera
atrapar, retener, una pompa de jabón,
una bicicleta que se fue, un niño 
que al terminar de cruzar la calle
se hizo hombre; el aroma a eucaliptos,
el reflejo de la luna sobre los cristales
de la estación, la nostalgia de una armónica, 
las huellas del café en el fondo del pocillo, 
como si la mano pudiera oler, beber, sostener
cada instante, como si así fuera, mis dedos 
escriben inquietos siguiendo sus propias
sombras, en busca del sentido de esto tan fugaz, 
que se resbala, que se transforma 
sobre el blanco del papel y persiste para quedarse
en algún lugar. 

Gotas



Tan pequeñas
pero tan presentes;
las gotas de rocío
sobre los pétalos de las violetas. 

domingo, 14 de agosto de 2016

nubes

Las nubes siguen allí,
sin resistencias, con todo su aplomo del ser
se instalan en lo alto, dejándose llevar. 
Son nubes que se funden en las copas de los árboles,
y le dan un fondo gris a la paloma 
dando vueltas sobre el techo de una casa.
Son grietas en el cielo por donde se cuela la luz. 
Son ríos que atravesamos un poco a ciegas,
un poco a consciencia. Todo parece apoyarse,
sostenerse, hilvanándose en una constante transformación,
y las palabras se esfuerzan por transmitir,  
por ser lo que no son, por alcanzar lo inalcanzable. 
Pero no se cansan de intentarlo y siguen caminando. 

sábado, 13 de agosto de 2016

Poemas 2015


movimiento


Una pequeña vela me rescata,
los movimientos de sus llamas 
me traen recuerdos de una vida liviana; 
pura vida amarilla en constante movimiento;
como agua en el útero que abraza al niño
flotando en sus sueños o pinceladas
sobre un lienzo que promete ser algo. 



frutas


Hay algo más allá del cielo bajo 
que ahora recorta la silueta de la ciudad. 
Las cosas se aproximan
generando un espacio de intimidad.
Los colores de las frutas
expuestas en el mercado. 
Las manos acarician esas frutas,
las saborean bajo la fina llovizna de abril.
Y los paraguas revolotean 
entre las naranjas, las manzanas,
las lechugas y las peras mojadas. 
Un toque de jazz se acompasa con la lluvia.
¿Qué más se le puede pedir a esta mañana? 



una planta


Sólo un pétalo
tiembla en la pasividad
de una planta; un dedo que se mueve
como si dijera: aquí estamos,
respirando, todavía.






miércoles, 10 de agosto de 2016

sobre el papel


Un exprimido de naranja al lado del café recién servido. El sol se va desplazando en dirección a las uvas dejando a las manzanas en sombras. Un gato gris se pasea por el tejado de los vecinos. Una niña con una solera a lunares y lentes de sol atraviesa la calle en patines. Fabrizio dibuja una casa con muchas ventanas y un sol con ojos y sonrisa.
Chris empieza a construir un tractor de Lego de más de 2000 piezas, y yo acabo de leer unos poemas de Alejandra Pizarnik. El ruido del lavarropas y una montaña de toallas dobladas al lado mío me recuerdan que la mañana se ha puesto en marcha, que aún está todo por hacerse, por escribirse. Los minutos se van tejiendo con sutileza soldándose unos con otros hasta llegar al borde de las horas y traspasarlas, como puentes que se van dejando atrás en el camino de una ancha carretera. La esencia de las cosas se reanima al escribirlas. Y al verlas sobre el papel, me reaniman a mí. Como si las acciones al ser escritas se afianzaran más en sus movimientos creando un fluido vital inagotable.
En cada palabra, echo raíz. 

domingo, 7 de agosto de 2016

De la noche y sus misterios


I.
Es la noche la que se hace poesía en mis dedos.

II.
Son los fantasmas amordazados los que me permiten respirar. 


III. 
La noche hilvana silencios que abrazan a la luna en medio de la incertidumbre. 

IV.
Escribo y confieso mis tropiezos. Ya no tengo pudor de desnudar mis flaquezas. A veces caigo en el vacío de los días cuando me aparto de lo bello, cuando me pierdo en quejas o banalidades, cuando me olvido de agradecer y me hundo en el cansancio cotidiano o en el dolor pasajero de la espalda. 
La poesía sopla en mis pulmones y me rescata. Me inspira a agradecer otra vez los días con sus noches, el aire impregnado de jazmines, los grillos en medio de la oscuridad, el camino que se abre con la mirada de mi hijo. 

V.
Hay una voz que empieza a nacer y me nutre de una nueva identidad. La que resuena en la mirada de quien me escucha, la que recibe las voces de los otros sin diluirse, sin camuflarse, sin dejarse llevar por emociones ajenas. Una voz que se afianza sin tapujos ni ornamentos, ni deseos de complacer a nadie, una voz liberándose del viejo yo, enjaulado por el miedo.

VI.
No es que haya desaparecido. No es que haya emigrado de mí. El miedo es una raíz que a veces se manifiesta con sutileza y persiste en seguir ganando terreno. Es esa presencia dueña de la oscuridad que insiste en devorarse cada gota de luz que se abre en el camino. Pero ya no le entrego mi confianza, ni poderes ilusorios sobre mí. Atravieso la noche descalza, de la mano de los ángeles, entregándome a un nuevo amanecer con una Orquídea blanca en el pelo.  

VII. 
Son las estrellas de la noche las que escuchan lo que queda a medio camino entre lo que digo y lo que soy, entre lo que siento y lo que pienso, entre lo que escucho y dejo ver de mí.  


VIII.
Cuando cae la noche repaso los hechos del día: ¿En qué lugar me tropecé esta vez con mi obstinación? ¿Detrás de quién me perdí por un instante? ¿En qué momento regresé de los bosques más oscuros?¿Cuándo me tocó el ángel de la inspiración con sus flores amarillas? ¿Qué resonancias rescato de los otros? ¿Quién me devolvió con su mirada lo mejor de mí? ¿Qué sabor aún conserva la memoria? ¿Qué color persiste en la retina del ojo? ¿Y la piel? ¿Qué huellas siente todavía? 


IX.
Limpiando cenizas de lo que fui, empiezo a descubrir quién soy. Aprendo a caminar de nuevo sobre huesos que van tomando otras formas. Y nace una mirada que se detiene en las hojas que aún vibran en el árbol. En lugar de padecer por las que se cayeron a sus pies. 

X.
Me derrumbé tantas veces del orgullo propio. Renací de mis despojos en tantos intentos fallidos, y ahora, aprendiendo a ser quién soy en donde me toca estar, intento bailar con el viento sin pretender otra realidad. Aunque a veces, todavía, insisto en que se haga mi empecinada voluntad. Pero ningún poder tiene mi voluntad frente a la fuerza de las leyes cósmicas. Frente a ellas, no tengo nada qué decir. En los breves instantes en que lo asumo, el miedo se desvanece, una manta de agua tibia me sostiene en la oscuridad, me entrego a la noche y descanso. Amanezco y descubro una fortaleza nueva que se va haciendo carne y piel; fuerza modesta y sorprendente; es la única que se atreve a desnudar mi humanidad. 

XI. Un gesto, una mirada, un tono en la voz que pueda cambiar, suavizar, mejorar, una actitud ante lo que sucede, como un nuevo calzado que se amolda mejor al pie. La lupa sobre los crisantemos rojos del zócalo de la ventana en lugar de divagar por el caos de la cocina. Una mirada sobre las cosas que se van haciendo al ritmo que marca la vida, sin detenerme a pensar en lo que aún no he podido hacer. 

XII. El mundo de mi hijo, a base de bloques de madera y ladrillos de Lego, se va construyendo a una velocidad vertiginosa. Es el descubrir de un niño que no le teme al crecimiento, ni carga con las sombras de la muerte. Es la libertad de ser plenamente en donde se está. 

XIII. Festividad de la cosecha. Los barcos llenos de flores atravesaron el gran canal que está cerca de casa. Esta fue la ofrenda de hoy. Antes de que cayera la dulce noche. Noche de viento y nubes alborotadas que no saben muy bien hacia dónde van ni hacia dónde vamos. 








árboles


Como si se hubieran puesto de acuerdo; los árboles en fila, con la misma distancia entre unos y otros, instalan un silencio de cielo verdoso. Árboles que hablan sin palabras. Árboles que reflejan los sueños que aún nos quedan por soñar, los deseos a medio camino, los días desteñidos por la lluvia, los amaneceres desbordados de incertidumbre, de esperanza contenida, de abrazos a punto de estallar. Al fondo, otros se diluyen en la niebla. Y en el primer plano de la foto se asoma un triciclo, resonancia de la infancia, tan vívida como los árboles. Apenas se vislumbra el contorno de una mujer allá a lo lejos, pequeña como una almendra se ampara bajo las hojas. Las fronteras se diluyen entre arte y realidad, entre la música de un instrumento que podría estar oculto y el silencio. No soy la misma después de haberme entregado a esta caminata. No hay retorno en este día. Ni pretendo que lo haya. Quiero avanzar por el sendero de los árboles y escucharlos. Estoy dispuesta a entregarme a una nueva dimensión. La que mis ojos sean capaces de discernir. 

                                                                                             (Inspirado en una foto de Fernanda Montoro) 

miércoles, 13 de enero de 2016

Ni fósforos, ni cartulinas de colores


Detrás de la pantalla de televisión las ciudades parecen de cartón.
La voz monótona del periodista da la sensación de que
las casas se fueran deshaciendo bajo la llama de un fósforo. Como si ese lado del mundo fuera de papel y se pudiera mostrarlo con total neutralidad. Como si todo fuera ficción. Pero no lo es. No se trata de fósforos, ni de cartulinas de colores, sino de un lugar donde las bombas, el hambre, y el aislamiento explotan constantemente. Cuesta creer que esa realidad sea real en pleno siglo XXI. Un siglo que en otras áreas avanza a velocidad de la luz. Engañosamente todo parece muy lejos hasta que explota una bomba en París y se sacuden las raíces de toda una civilización. Desde Siria y sin aliento llegan como pueden, un poco a pie, un poco en tren, miles de familias escapándose de la guerra atraviesan Turquía y llegan hasta aquí; Europa, “la Meca” occidental. Desde este otro lado los recibimos, también, como se puede. Gracias si se les da un poco de comida, un estadio donde dormir al lado de otras familias que no conocen, y una clase de Holandés. Hay un enorme desconcierto de lo que va a suceder con este pueblo que de golpe se quedó sin tierra ni cielo, y miles de personas llegan con niños cada día en busca de un poco de paz. Lo que más me fastidia es cuando algunos se la agarran con Dios y repiten de generación en generación la tan trillada frase: “Si él no lo permitiera... no sucedería”. Como si Dios fuera un tirano sacado de una película de Hollywood. El atajo más fácil y más vil que conozco es el de echarle la culpa al otro por lo que me pasa a mí, en lugar de asumir la responsabilidad de mis actos. Y por eso creo que tirarle la culpa a Dios de lo que está pasando en el mundo, es seguir derrumbándonos por ese atajo. Si Dios existe o no, es otro tema. Pero nosotros, los seres humanos, mientras sigamos escapándonos de nuestras responsabilidades cotidianas, no vamos a llegar muy lejos. No se trata de algo fácil. A mí me cuesta y de arranque el poder discernir, cuáles son mis responsabilidades y dónde empiezan las de los otros. Soy consciente de mis debilidades, las reconozco con franqueza, y sigo intentando asumir lo que me toca lo mejor que puedo, porque de lo que sí estoy convencida es de que vale la pena seguir intentándolo. ¿De quién es la culpa de toda esta complejidad y calamidad mundial? No se trata de culpas. Nadie es culpable. Todos somos directa o indirectamente, más o menos, responsables. ¿Pero qué significa ser responsable de algo que se siente, que se dice, o que se hace? Un día escuché que el más profundo significado de la palabra responsabilidad es la capacidad que uno tiene o no, de responderle a la realidad. ¿Qué hago con lo que me sucede? ¿Soy capaz de responder? ¿Qué me pasa cuándo el inspector de un tranvía me trata mal? ¿Le respondo con la misma moneda? ¿Y cuando mi esposo está de mal humor? ¿Y cuando mi hijo grita? ¿Qué siento? ¿Y qué hago con lo que siento? ¿Lo escupo? ¿Lo proceso y después respondo? ¿Y cuándo me enojo? ¿Y cuando pierdo la paciencia y grito? ¿Qué hago?¿Sigo gritando o me detengo, reconozco mi debilidad, y me disculpo? ¿Qué elijo en cada momento? ¿Qué hago con lo que soy? ¿Qué doy de lo que soy? ¿Cómo le respondo a las circunstancias? ¿Cómo le respondo a mi hijo, a mi esposo, a un amigo, a un vecino, cómo me respondo a mí misma? Es con lo que me confronto cada día. Y no siempre es fácil. Pero tiene un sentido. Para mí lo tiene. Y es la sed que tengo de crecer. No en años, sino en espíritu. Envejecer es un proceso inevitable y nos pasa a todos; crecer es una opción. No quiero irme sin dar algo bello, no quiero irme sin crecer, sin darlo todo lo humanamente bella e imperfecta que pueda llegar a ser, pero intensamente sentido, y sólo por eso, es bello, es válido. En los breves momentos en los que puedo darme, sin resistencias, sin condiciones, sin desconfianzas, sin apegos, sin dependencias, es donde la vida recobra el mayor de los sentidos, el mayor de los valores, y me inspira a seguir intentándolo, aunque me equivoque mil veces más. Nosotros tampoco somos fósforos ni cartulinas de colores pero podemos darle un momento de brillo a alguien en un sutil intercambio de miradas, o con un abrazo, o con una simple escucha, aunque después volvamos a ser egoístas, desconfiados, egocéntricos. Porque así somos. Así soy. De carne y hueso. No es necesario irme, no es necesario irnos tan lejos, viajar a realidades extremas, no es en absoluto necesario convertirnos en héroes. No lo somos. No lo soy. No tengo el poder de salvar a nadie, no puedo rescatar a Siria, no puedo curar al mundo. Pero sólo el cuestionarme cómo me comporto con las personas con las que vivo, cómo le respondo a las personas que van apareciendo en mi camino, qué hago con lo que siento, qué hago con lo que me pasa, cómo le respondo a una persona cuándo hace algo que me duele, cómo puedo reparar los daños que cometí en el pasado, cómo puedo hacerlo mejor ahora; es más que suficiente, por más pequeño que parezca.  



Silencios


Todavía hay una lámpara encendida.
Chris duerme a mi lado
y Fabrizio, en la habitación de enfrente.
La noche se vuelve una hoja en blanco.
El silencio espera, ansioso, 
ser completado con palabras azules.
Palabras que podrían decir
que es el final del día.
Ya es hora de dormir,
hora de entregarse 
a la suavidad de las sábanas. 
Sin embargo, cada letra es un comienzo,
es el inicio de un año  
que se está por develar,
con sus días y sus noches,
con sus lluvias y sus soles.
Todo está abierto, expectante, 
sin delinear. Y el aire lleno de anhelo 
de ser respirado a pleno pulmón. 
Cada segundo, en cada lugar, 
en un encuentro, en una mirada,
un deseo, una espera, algo por
completar. Apago la luz, empiezo a soñar.
Todavía un poco despierta.
Fabrizio y Chris siguen durmiendo.
El resplandor de las luces de la calle
se filtra por las ventanas.
La noche se ensancha aún más
con los silencios. Me está esperando.
Me entrego a ella.