miércoles, 13 de diciembre de 2017

Fragmento (2) en la Estación


 octubre del 2012

en Delft, partida al medio

doy a luz



las mamushkas

partidas al medio

también dan a luz



un tajo

debajo 

del ombligo,

sonríe y duele


parí, morí, volví  


desde una herida, vi la luz 



        


         Fotos del libro: Fernanda Montoro
         Diseño: María Morales 
         Este viernes, a las 18:00 hs
         Presentación en la Estación Central de Róterdam
         En el café de la planta alta: Het Stationshuiskamer 

domingo, 3 de diciembre de 2017

los gatos de la cabaña

Algunas noches me quedaba a esperarlo. Sentada bajo la tenue luz de las lámparas, con un café y un libro de Murakami. Instalada en el silencio de la isla. Abrazando a la noche cerca de la ventana. Afuera, una luna colgada del cielo, abría caminos entre los árboles. Caminos de luz que facilitaban el regreso de los gatos. Les habíamos invadido la casa,  entonces, lo menos que podíamos hacer por ellos era cuidarlos. El acuerdo con nuestros amigos suecos, había sido ese: cuidarles los gatos a cambio de una semana en la cabaña y un pequeño barco para hacer las compras en la isla de Marstrand. Me lo había tomado muy a pecho. Creo que uno de los gatos también se lo había tomado en serio, y se dejaba mimar a gusto. Él, o su estómago, tenía un sentido de la hora muy particular. Volvía siempre de sus andanzas cotidianas cerca de las doce de la noche. Entraba por la ventana que le dejábamos abierta, me miraba fijo con sus ojos verdes que brillaban en medio de la penumbra, y enseguida se arrimaba a mis piernas. Si ya me había acostado, no tenía ni el menor problema en ir a buscarme. Pegaba un salto a la cama y empezaba a ronronear; era su forma de recordarme de que estaba muerto de hambre. Ibamos a la cocina, le preparaba la comida, y por lo general ya me quedaba desvelada. Ese era el momento en que las páginas del libro de Murakami me seducían otra vez. Me hacía un café y me entregaba a la novela: “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo”. Curiosamente en esta historia también hay un gato que tiene su importancia en la trama y un personaje que siempre lo está buscando. Aunque confieso que el gato de la cabaña que siempre regresaba a las doce de la noche, más que un gato, parecía un perro faldero. Después que terminaba de comer, se acurrucaba a mis pies, esperándome a que terminara con la lectura. Cuando me iba a acostar, me seguía el paso hasta detenerse en la cama de Fabrizio, y ese era su lugar favorito para dormir, a los pies de la cama de nuestro hijo. Del otro gato, apenas conocimos su sombra. Nunca estaba en casa, cuando nosotros estábamos. Pero su plato de comida, siempre estaba vacío. 


miércoles, 22 de noviembre de 2017

en la Estación/preparativos


Aquí estoy. En medio de la noche. En medio de los preparativos de la presentación del poemario y las andanzas cotidianas. Estos poemas recorren lugares que me habitan en silencio. Son espacios en estaciones diferentes, momentos de encuentros y despedidas, miradas que aún soplan mariposas azules, personas de hoy, personas de ayer, cada cuál en su tren, en su danza y en su ritmo cotidiano. Los poemas son recuerdos, imágenes, sueños que de algún modo se han quedado conmigo bordeando la memoria, como quien no se anima a retirarse del todo. No hay nada como escribir para “retener” lo que no quiero olvidar. Escribo y también me libero de lo que me incomoda, de lo que me duele y le roba aire al presente. Aunque el tiempo desgasta páginas poniéndolas amarillas, borra palabras escritas en la orilla del mar, deja sus huellas en cualquier cosa que tenga un cuerpo y respire, aunque el tiempo me lleve un día hasta su punto infinito, no me arrepiento y persisto. Transpiro y confieso, confieso y comparto en cada una de mis letras, mi frágil condición humana. Respiro, camino, me pierdo y me encuentro, me peleo y me reconcilio en cada instancia que late en su hora. Le saco jugo a cada letra a fuerza de pulmón,  con la esperanza de quedar resonando en algún oído, en alguna parte donde las voces poéticas perduren, y resistan la aspereza de la indiferencia que es más dura que las piedras. 

sábado, 18 de noviembre de 2017

fragmento/ en la estación


                                                 Fotografías: Fernanda Montoro
                                Diseño gráfico: Maria Esther Morales

 los relojes del norte
 se quiebran
 como hielo

la luna
nos ilumina
en silencio

me miro
en ella
como en un espejo

un barco 
en el puerto
atraviesa un sol intenso;

imagen que se proyecta 
en una pantalla 
de la estación

una pausa en Rotterdam

un café en la estación
un tren de juguete 
a medio camino

la memoria
fluye
como un río

los recuerdos
vuelven y ruegan
que los deje partir

algunos abrazan, otros golpean

el tiempo
se vuelve
caracola de mar

el sombrero del abuelo
lleno
de nísperos

la corteza de un árbol
y las historias
de la abuela

el susurro
de las chicharras
a la hora de la siesta

el sol sobre la piel de los duraznos


alejandra darriulat 










domingo, 29 de octubre de 2017

en la Estación




















Foto: Fernanda Montoro • http://fernandamontoro.com  
Diseño gráfico: Maria Esther Morales


“en la Estación” ¿es un poemario o una novela contemporánea escrita en verso?

“Tan onírica como real, una mujer de 43 años sentada en un café espera un tren de regreso a casa. Pero los trenes se han detenido hasta nuevo aviso. Y la espera genera ese espacio-tiempo ideal para la “ficción”. Los límites entre pasado, presente y futuro, se desdibujan. Lo autobiográfico y lo imaginario se ensamblan en un mundo poético, real. Imágenes que abrazan o golpean. Poemas que evocan recuerdos de su vida, atravesados por momentos cruciales del SXX: la Caída del Muro de Berlín, las Obras de la Bailarina Pina Bausch, y la dictadura de los años 70 en América Latina. Mujer poeta que se atreve a sentir y a expresar desde lo más doloroso hasta lo más sublime de su vida. Mujer narradora que se lanza a soñar hacia el futuro”.

“en la Estación es una obra redonda, que a uno lo va envolviendo. Es como cuando empiezan a caer las primeras gotas de lluvia, una a una con su peso, su impacto y ese irte calando hasta los huesos, casi sin que te des cuenta. Es una narración perfecta aunque no narre en un sentido tradicional. Son como imágenes de una película que apenas aparecen, se detienen en una foto fija, y se asientan en uno. Ya querría más de un narrador en sentido clásico tener el talento para enhebrar una trama como el que tiene Alejandra. Lo que a un narrador corriente le lleva por lo menos 40 renglones de prosa para caracterizar a un personaje, Alejandra lo logra en apenas 4 versos.”.

Prof. Gustavo Martínez


Próximamente se presentará en vivo en la ciudad de Rotterdam. 





miércoles, 25 de octubre de 2017

las flores de Vincent


Por lo general, cuando se “piensa” en flores uno asocia la imagen con alegría o un instante de esplendor. Los girasoles de Vincent o sus lirios me conectan con algo mucho más abarcador; la vida misma con sus diferentes estaciones. No todos sus girasoles son espléndidos. Algunos están despojados de pétalos. Y en sus lirios hay gajos caídos, rendidos de tanta vida, empiezan a marchitarse. Eso es lo que más me atrapa de la pintura de Van Gogh, sus cuadros no tienen “maquillaje” ni “cirugía” estética; son pura esencia. Sus pinceladas respetan la naturaleza con sus arrugas, con sus canas, con los machaques que el tiempo va dejando. Cuánto más desnudas se presentan las cosas, más bellas y auténticas. Nosotros también integramos parte de esa belleza en nuestro proceso de desintegración. Es sólo cuestión de asumirlo. De asumirse. 

domingo, 15 de octubre de 2017

1905 de la mano de Jo




Poco se sabe y menos aún se escucha o se lee sobre Johanna Gezina Bonger; la cuñada de V.Gogh. Sin embargo, esta mujer es el puente entre nosotros y la obra de Vincent Van Gogh. En 1890 Vincent se dispara una bala en el pecho y su cuerpo es enterrado en Auvers-sur-Oíse. Al año siguiente su hermano Theo también fallece. Johanna se queda sola con un hijo y toda la obra de V. Gogh; semejante responsabilidad para una mujer, con lo que implicaba ser mujer en aquellos tiempos, un niño de apenas un año, la pintura de un genio entre el silencio y las sombras de una época que apenas reconoció el valor de la obra de Van Gogh. En 1905 Johanna re vive al genio y lo lleva a las salas del Stedelijk Museum en Amsterdam donde más de 450 cuadros dejaron su huella hasta el día de hoy. La primera y gran merecida exposición de Van Gogh en un museo del mundo. ¿El “comienzo” de su carrera de la mano de Jo? Sin lugar a dudas, le debemos un agradecimiento a esta mujer, casi anónima, y a su hijo Vincent Willem Van Gogh que continuó la tarea de su madre: sacar a luz la obra de un genio.  


domingo, 8 de octubre de 2017

rupturas en tiempos y espacios



Las guardaría con mucho cuidado, en este armario de cajones pequeños, las cartas que recibía de su hermano Theo. Puedo imaginármelo escribiendo con la misma pasión con que pintaba sus lienzos. Dicen que tenía un talento natural para escribir, que la correspondencia a su hermano son literatura en su pura esencia. También se escribe en una de sus biografías que al parecer tenía dificultades para dibujar y sólo a base de un gran esfuerzo, lo logró. Diez años de intensa y prolífica creación tuvo Van Gogh. Se abocó a sus frenéticas pinceladas dejándose llevar por esos colores fuertes desde los 27 hasta su último respiro diez años después. Internado en un hospital el dolor de su enfermedad lo superó. Se disparó una bala en el pecho y los últimos cuervos se echaron a volar campo abierto. Un grito que marcó un final en el camino. ¿Pero hubo realmente final? Sus pinceladas superan las sombras anónimas de la muerte hasta el día de hoy. Es imposible escapar al magnetismo de los cuadros de Van Gogh. Las distancias entre sus campos, sus cielos y el espacio contemporáneo se desdibujan. Siento el viento en la cara al atravesar el Boulevard de Clichy en 1887. Estoy al lado del sembrador, cuando el sol se derrite en el horizonte en un atardecer de 1888. Bailo con los árboles y los cielos alborotados del jardín del hospital en 1889. Y aún huelo el Almendro en flor de 1890 cada vez que regreso al museo. Todo está vivo, palpable, cercano de la mano de Van Gogh; la vida y su eterno movimiento.  


viernes, 29 de septiembre de 2017

un abrazo a Van Gogh


de la oscuridad hacia el color
frenéticas pinceladas
sin comienzo ni final
salpican lienzos
crean universos
de lo grande 
de lo pequeño
a veces campos abiertos
entregados a la mano 
de campesinas que danzan
con el viento 
un manojo de estrellas
sobre un café parisino
o sólo una Biblia 
abierta a media luz 
a medio camino
buscando una señal
un reposo un consuelo
una vela encendida sobre una silla
un cuarto desordenado 
donde pinceladas de sangre
encienden vida 
fuego en silencio
que nos va consumiendo


                                                          (paleta original de Van Gogh) 

martes, 26 de septiembre de 2017

la lancha


9:00 de la mañana
atravesamos el bosque
sus flores 
sus mariposas amarillas
las pocas hojas de otoño
que se adelantan en Suecia
es momento de subir a la lancha
suspendida en el agua
balanceándose de una lado a otro
sostengo la cuerda con fuerza
parada en el muelle
espero a que Chris se suba primero
Fabrizio se sube después
me concentro en la cuerda tirante
fijo la mirada en el agua
la lancha se mueve aún más
todos juntos bailan un vals 
sostenidos por el mar
ahora es mi turno 
respiro hondo 
pongo un pie tambaleante 
después el otro 
hago equilibrio con la pelvis
las rodillas dobladas levemente
la lancha es la frágil frontera
entre lo desconocido
y nuestro precario equilibrio
me animo esta vez a navegar
a pujar el agua con la proa 
a hincarle diente
a mirar horizonte
hacia adelante
mientras el sol
va dejando
sus huellas 
entre las olas

martes, 19 de septiembre de 2017

retrato a mi amiga L


La noticia resonó como un disparo. No recuerdo si fue en agosto o en setiembre del 2015. Lo que no me olvido es de su última delicada mirada rodeada de lirios. Habían puesto una foto de L en el altar de la iglesia. La había visto muchas veces con esa misma serenidad en el semblante, con ese brillo azul en las pupilas que sostenían la mirada con valentía, sin esquivar los ojos ni los reproches de nadie. 
L era una mujer que se atrevía a decir lo que pensaba y lo que sentía. Nos gustara o no, lo decía. Y lo expresaba con elegancia. La iglesia estaba desbordada de gente que la queríamos mucho. Tuvimos que seguir una fila de más de media hora para mirarla a los ojos por última vez. Cuando me tocó a mí estar enfrente a su foto, una imagen de ella a sus treinta y pico de años, miles de recuerdos me atravesaron en un segundo, como una llovizna de otoño, calándome hasta los huesos, y sentí frío. -¿A dónde va la gente cuando se muere? -me pregunta Fabrizio a veces, y yo me quedo vacía de respuestas. No lo sé. Escribir es una forma de llenar esos vacíos, esas sombras que la gente deja cuando se va. La miré una vez más a lado de sus lirios y le dije que estuviera en donde estuviera, le deseaba paz. L tenía una sensibilidad que me ponía la piel de gallina. Cuando presenté La voz del viento en Róterdam, me dijo: “Quiero comprarte un libro aunque no entienda ni una palabra en español. Lo que salga de una persona como tú, quiero tenerlo. Y ni se te ocurra regalármelo porque me ofendo". Le acerqué un ejemplar en una mañana soleada de mayo del 2014. Empezó a acariciar las tapas del libro, a oler sus páginas. Su mirada quedó prendida de la foto de la tapa que hizo Fernanda Montoro, y me dijo algo así: “Seguro que tu poesía es como este árbol; pequeña, fuerte, luminosa. Ser poeta no es nada fácil. Vas a tener que resistirlo”. Y en eso estoy. Resistiéndolo con serenidad y agradecimiento. El día en que nos despedimos de L había una niebla tan densa que nos abrazaba acercándonos lo que parece tan lejos; el cielo. Durante la ceremonia la sentí parada al lado de mí: pequeña, delgada como una espiga de trigo, con la piel cetrina y los ojos rasgados. Su andar liviano le pedía permiso al aire para desplazarse en el espacio. Unos meses antes de su muerte había caído en las garras de una depresión que no le perdonó la vida. Me mantuve cerca de ella hasta su último respiro. Fui fiel a nuestra amistad hasta el final. ¿Existe el final? Siento cómo sus pasos livianos se prolongan en esta página y escuchan el piano que en este momento me acompaña...

dedicado con amor a mi amiga L que en paz descanse



sábado, 16 de septiembre de 2017

poema mañanero (2)



IX

poesía
raíz en la tierra
lugar en el tiempo
miradas que unen
tierra y cielo
mar y montañas
respiro que sopla
en mis pulmones
a la hora del alba
poesía tú me animas
a ser quien soy
y a desnudarme ante
el lector que se atreva 
a sentir a respirar a nadar
mares hondos e inciertos
poesía vida
cuando abro los ojos
y me atrevo a seguir
los hilos del día
desde la salida del sol
hasta las huellas
que la luna va
dejando en el cielo. 


X

huellas del azar
intento hacer algo con ellas
a veces logro algún acierto
otras veces caigo en mi torpeza 
pero siempre me levanto
y pido por fuerza por coraje
para seguir mis huellas
en este camino de ríos inciertos
que se tejen por sí mismos


XI

unas mañanas atrás
había encargado 
un libro por internet;
“El río de papel”
un mensaje comunicaba
que lo recibiría el 6 de octubre
una guiñada del azar 
desvió el pronóstico 
moviendo las fechas del calendario
silencioso y sin previo aviso
“El río de papel” se deslizó
por debajo de la puerta 
el día en que cumplí 46 años


XII

¿pero dónde está 
la mañana de hoy?
¿qué río se la llevó?
¿dónde está la poesía
que quería sacarle 
al frágil instante 
del despertar? 

XIII

¿despierto o me despiertan?
¿sueño o me están soñando?
del otro lado
del sueño
en la vigilia
cae la lluvia
con su canto 
inconfundible
y empaña la ventana
tazas de café y migas de pan
desparramadas por la mesa
trazan caminos distintos
en el comienzo de nuestro día
¿es nuestro?


XIV

desayunamos los 3
Chris está otra vez en casa
aún medio dormida 
suspendida de un hilo
entre la noche y el día
sentí el calor de su cuerpo
entrando a la cama
dejando su huella profunda
a mi lado de madrugada
aterrizando en casa
después de un largo viaje
Y ahora otra vez en la intimidad
de la mañana miradas y risas
vuelan al costado de la lluvia
por encima de las tazas vacías


XV

“El río de papel”
sobre mi falda
respiro cada letra
arremolinándose
con el viento
me acerco a la sombra
de sus árboles
me atraviesan en silencio
¿es el río de Jorge
o el de Javier?
¿es el río de Javier 
o el de Leonardo?
¿es el río del escritor
o el de nosotros
los que lo vivimos? 


  dedicado a: Jorge Menoni. Escritor uruguayo radicado en                                                                  
  Amsterdam. Autor de la reciente novela: “El río de papel” 
















jueves, 14 de septiembre de 2017

en la Estación



© en la Estación: Poemario 2017. Alejandra Darriulat 

©   Fotografía: Fernanda Montoro 

Saldrá, si Dios quiere, muy pronto. 

miércoles, 13 de septiembre de 2017

martes, 12 de septiembre de 2017

poema mañanero


I

antes de despertar
antes de abrir los ojos
ese frágil tránsito 
entre los sueños
la respiración
y la primera noción
de estar despierta
Mmmm...
robarle un par de minutos
más a las sábanas
mirar el reloj
sentir el sol 
filtrándose por las cortinas
tomar consciencia 
de que hay que levantarse
de que se abre un nuevo día
cómo una nueva página
de un libro desconocido
y sentir las resistencias internas
de no querer levantarme
y aceptarlas como vienen
sin luchar contra el apego
a las sábanas blancas
y levantarme de a poquito
respirando la mañana

II

camino
siento 
el aire
entrando 
en los pulmones.

III

luces y sombras
se van abriendo paso
de camino al supermercado
“goedemorgen” “buenos días”
me animo a decirle a una vecina

IV
un joven en bicicleta
me sonríe
le devuelvo la sonrisa
con viento en la cara
y los rulos en las mejillas
tiene cara de dormido
quizá yo también la tenga

V

un ojo hecho con trocitos de baldosas
me sorprende sobre un muro
Ay no se me puede escapar
enciendo la cámara de mi iphone
y dejo rodar y rodar

VI

Eso es la inspiración
en su estado más puro
del ser
aparece 
surge
me urge
me lanza
me suelta
me mueve
me despierta

VII
Sigo de camino
al supermercado
la musa me hace cosquillas 
en la nuca 
miro hacia arriba
descubro unas ventanas
se merecen ser filmadas
en el momento que me lanzo
atrás mío se largan a volar
un par de cisnes 
vuelan bajo
al ras del agua
se me escapan


VIII

en el supermercado
saco la lista
con lo esencial
para estos días
frutas verduras leche
pan queso flores para la mesa
una lista necesaria como aire
agua música
puentes tractores poemas
aviones gatos gente





viernes, 1 de septiembre de 2017

incertidumbre



                                                Fotografía: Chris Maat


Apenas se vislumbra 
una escalera que da al mar. 
Luz contra luz en el muelle.
Una ventana acerca
el adentro y el afuera. 

La nebulosa unifica mundos inciertos,
ese tejido se rompe en cualquier momento
con un rayo de sol, o se desdibuja 
con la caída de la lluvia. 

Si no fuera por las colinas en el horizonte
no podríamos diferenciar el cielo del mar.
La niebla los ha fundido en un solo cuerpo.

Cuerpo que respira en silencio.
En el café, palabras sueltas en sueco,
de un niño que habla con su padre
detrás nuestro. Son pinceladas
que le dan color al blanco horizonte
lienzo despojado del otro lado
de la ventana.


Los cubiertos dejan sus notas musicales
en las mesas. Intercambiamos palabras 
en holandés y en español, 
ambos idiomas se han vuelto 
una piel en común. 

El sueco “se separa” de nosotros y 
enmarca un espacio afuera
del nuestro. 

Hay sonidos sueltos
que Chris reconoce 
como parientes lejanos.
Palabras que se asemejan
al holandés. 

El llanto de un bebé 
irrumpe el espacio
sacudiéndonos,
nos giramos, reconocemos 
esa huella inconfundible 
del recién nacido,
penetra como la niebla,
unifica espacios, 
miradas, silencios,
lenguas que nos separaban,
aparentemente.

martes, 29 de agosto de 2017

en el café


                                               Fotografía: Alejandra Darriulat


Dos sillas, una mesa pequeña y dos cafés, son suficientes para instalar el momento del encuentro. Las horas se desvanecen en un silencio de tul blanco. Las miradas llevan y traen las emociones más profundas, y determinan el tono de voz con el que se van a atrever a salir algunas palabras. Cuando te miro a los ojos, me olvido de que el mundo gira tan de prisa, cuando callas y esperas a que diga algo revolviendo el fondo del café, es un instante tan frágil como el cristal. Por momentos no hay nada que decir. No es necesario llenar los vacíos de ruidos. Una mano sobre la otra, una caricia en la mejilla, un respirar la noche juntos, eso basta. 

domingo, 27 de agosto de 2017

de camino a la playa


Atravesamos bosques de árboles retorcidos que se van estirando en busca de cielos y pájaros. Huellas de un otoño prematuro nos sorprenden en las ramas de algunos árboles donde las hojas empiezan a ponerse moradas. Los bosques iban quedando atrás para abrirle espacio a los campos llenos de mariposas amarillas. La luz se hace más intensa en la medida que avanzamos sin la sombra de los árboles.  Casas de madera  se integran a la naturaleza como si fueran el tronco de un árbol más. Fabrizio corta una margarita y quiere que me la ponga en el pelo, detrás de una oreja. Después de caminar 30 minutos llegamos a una bahía. Unas vacas descansan en la orilla y nos miran desencajadas, como si estuviéramos irrumpiendo el paisaje, invadiéndoles la siesta. El agua, un espejo de Dios, donde las nubes se reflejan apaciguando el calor. Algunos veleros se desplazan en el mar dibujando caminos inciertos. Es momento de estar juntos y de contemplar lo que nos abraza. 

miércoles, 23 de agosto de 2017

hacia la luz


Entre la humedad y la niebla la presencia de un caracol se hace valer. Sus cuernos palpan las hojas con suavidad. Quizá se estén comunicando algo. Los arbustos están poblados de gotas de agua; huellas de la lluvia de la noche anterior. Ahora el sol se refleja en ellas y el caracol se desplaza hacia la luz. No se trata de un simple decorado. Tampoco es un elemento ubicado en un segundo o tercer plano dentro de una historia, es él mismo, el caracol y su casa a cuestas, lo esencial. 

viernes, 18 de agosto de 2017

atardecer en Klåverön






Del otro lado del mar, el pueblo de Marstrand y su castillo se ven pequeños. Las luces del crepúsculo se cuelan entre las ramas de los arbustos reflejándose en los arándanos y las frambuesas. En el cielo una franja de luz recorta las nubes transformándolas en colinas doradas. El silencio no es silencio; es canto de pájaros y viento soplando las hojas. El sol se hunde en el horizonte. Las nubes que formaban colinas doradas se convirtieron en cenizas de plomo por encima de una franja de fuego. Es el final del atardecer. El castillo a lo lejos se ve más oscuro. Gestos y miradas de algunos amigos se me aparecen y los recuerdo sin pensar en nada concreto. Simplemente “los traigo” un segundo a este rincón de la isla.

martes, 15 de agosto de 2017

de regreso





Son las 21:30. El sol se derrite en el mar. La luz de la noche es todavía muy intensa y me mantiene despejada. Así son los veranos suecos; apenas una franja de oscuridad se interpone entre las doce de la noche y las cinco de la madrugada. El resto de las horas están desbordadas de luz. De vuelta en la isla de Klåverön, a veinte minutos de la isla de Marstrand, después de 6 años de haber estado en este lugar. Otra vez en la cabaña de madera gris camuflada entre las rocas, oculta entre los arbustos. De regreso al árbol cuyas raíces se mezclan con los cimientos de la casa. El silencio deja hullas profundas donde los sonidos de la naturaleza se duplican; el viento en las hojas, los grillos en las noches estrelladas. En esta isla empecé a escribir los haikus que hoy forman parte del poemario La voz del viento. Hay lugares que se quedan con algo de mí. Regresar es reencontrarme con esa parte que me faltaba. Pero no soy la misma de hace seis años atrás. Nada termina de completarme. Nada termina de completarse. Siempre hay una cáscara más que se rompe y me despoja de lo que fui. Y los vacíos se van llenando a letra y pulmón. 

miércoles, 9 de agosto de 2017

detrás de la cámara



                                                 Fotografía: ©Fernanda Montoro



Viernes de lluvias. Cerrando la semana con un cielo encapotado por donde no se cuela ni una pizca de azul. La cama grande poblada de imágenes, como si cada una formara parte del acolchado. Fabrizio y yo miramos una colección de fotos de cuando él recién había nacido: Fabrizio de tres meses en el cochecito en un café de Delft, mientras yo leía un libro a su lado; en brazos de su padre en una playa de la isla de Rodas; en brazos de su tía Martina, al lado del pino navideño. Fabrizio con un año y medio dando sus primeros pasos en la casa de la abuela de Chris, cuando ella aún vivía. Él se mira a sí mismo fascinado, esbozando una media sonrisa cada vez que le cuento una historia de sus primeros años. Cuando acabamos de mirar las fotos, las guardamos en una caja y bajamos a preparar la merienda. Puse a hervir agua para un té. Busqué en un estante un paquete de galletas María. Fabrizio se paró enfrente a la fotografía Jardin du Palais  y se quedó mirándola un buen rato. -Mami, ¿y yo dónde estoy? -En esa foto no estás. -le respondo, con una caricia en el pelo. -¿Y de quién es el triciclo? -No lo sé. Quizá sea de otro niño. -Un niño que se lo olvidó en el parque.-dijo Fabrizio con mirada pensativa. -¿Y quién hizo la foto? -Nuestra amiga Fernanda. -¿Y dónde está Fernanda? -Del otro lado de la cámara. Fabrizio me miró con una expresión desborda de asombro. Y después de un breve silencio, me dijo: -Mami, ¿dónde está el iPad? yo también quiero hacer una foto. 



                                                   Dedicado a Fernanda Montoro y Fabrizio Maat.