domingo, 21 de febrero de 2010

un lugar sin tiempo

De golpe, la tierra dejó de girar. Al menos, todas las horas parecen haberse detenido en este lugar del mundo. Sólo se escucha el constante sonido del agua y, cada tanto, el graznido de algunas aves perdidas por ahí. Estoy sentada en medio de las rocas que dan al pequeño muelle. El lago se ve como una gran tela de seda que nunca termina de escurrirse. Detrás del muelle, se levanta silenciosa una cabaña perdida en medio del bosque. El cielo, intensamente azul, comienza a teñirse poco a poco de un tono morado. El sol empieza a descender pero nunca termina de esconderse. Sentada sobre una roca, contemplo en silencio cómo Chris empieza a encender el fuego para hacer la comida. De repente, miro el reloj y me sorprendo. Son las tres de la madrugada y todavía hay luz. En este lugar del planeta, el crepúsculo se funde con las primeras luces del alba; casi no hay división entre el día y la noche. Y por eso el transcurso del tiempo se vuelve imperceptible. Aquí sólo hay tiempo de ser, tiempo de estar en un lugar tan hipnótico que no deja que tu cabeza se vuele hacia ninguna otra parte. No sé bien por qué, pero me imagino que así debió de ser, cuando recién nací.
( Finlandia)

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