lunes, 3 de mayo de 2010

la barra del bar

Recién empezaba la primavera. Viajábamos hacia Oudenaarde, una pequeña ciudad cerca de Gent. Durante el viaje escuchamos en la radio el tema de Los Beatles, Yesterday. Empezamos a tararear la melodía de aquella canción, mientras yo miraba por la ventanilla del auto los paisajes de la campiña flamenca. Todo se veía verde y silencioso. Apenas alguna nube interrumpía el azul del cielo. Recosté la cabeza contra el asiento y cerré los ojos. Chris, aún tarareaba la melodía de Yesterday. Yo lo escuché hasta que me quedé medio dormida. En ese estado fronterizo entre el sueño y la vigilia, se me apareció la barra de un viejo bar y un café con leche con bizcochos. Quizás, también se tratara de una mañana primaveral porque entraba mucha luz por los ventanales de aquel viejo bar montevideano. Antes de caer en un profundo sueño, abrí los ojos y volví a contemplar el campo, sus casas, y sus animales. Pero la vieja barra del bar seguía ahí, como telón de fondo. A esa altura, habían dejado de pasar Yesterday y estaban pasando Paint it Black de los Rolling Stones. Ya era la hora del atardecer cuando llegamos a un pueblo cerca de Oudenaarde. Un belga simpático y panzón nos dio la bienvenida en un hostal donde habíamos reservado una habitación. Cuando entramos, lo primero que vimos fue un bar. El belga apoyó el codo en la barra y nos dijo en flamenco: “Me imagino que todavía recordarán aquellos bares del 1900, ¿no? Bueno, aquí tienen uno ante sus ojos. Esto es pura nostalgia. ¡Es una reliquia!” Al escuchar las palabras de aquel hombre, algo se sacudió dentro de mí, profundamente. De golpe se había materializado la imagen que había tenido durante el viaje. La única diferencia estaba en el dueño del bar; en lugar de un gallego parado detrás de la barra, había un belga vestido de gris que seguramente sería fanático de las canciones de Jacques Brel. Él defendía a muerte el valor de aquella propiedad antigua con una mezcla de añoranza y de humor que no tenía desperdicio. Entonces, el gran océano que separa Bélgica de Uruguay, se había transformado en un hilo de agua. Sólo faltaba un tango de Gardel para estar en el Río de La Plata.

4 comentarios:

  1. Y justo Bélgica, tu país natal :-)
    Muy lindo lo del Río de la Plata como un hilo de agua. A veces también se convierte en un abismo...
    Yo sentí algo similar en Portugal, que la distancia con el paísito se acortaba.

    Besos, Fer

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  2. Y es así Ale, donde hay un uruguayo allí siempre está presente El Mago, porque, además de ser uruguayo, nacido en Tacuarembó, Carlitos Gardel es parte de nuestra identidad nacional. Un gran abrazo, Teresita.

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  3. Y así es, Ale. Donde haya un uruguayo, allí siempre estará el Mago, porque Carlitos Gardel, nacido en Tacuarembó, Uruguay, forma parte de nuestra identidad nacional.
    Un gran abrazo, Tere.

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  4. Sí, totalmente de acuerdo contigo. Un abrazo!!

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