viernes, 13 de agosto de 2010

el mundo y sus extremos

En un pueblo de casas muy rudimentarias, sólo con una calle sin asfaltar y un sol que calcinaba, había una camioneta pintada con el slogan de un partido político keniano; al lado de la camioneta, un hombre de traje y corbata pensaba en algo, con la mirada fija en el horizonte, y a pocos pasos de él, una jirafa comía bajo la sombra de un árbol. ¡Qué cuadro de Dalí!, pensé, sonriéndome.
Pero el clima de las campañas electorales en Kenia, no inspiraba ninguna sonrisa. La gente se veía tensa, nerviosa, con miedo.
“Creo que es mejor que nos vayamos mañana”, le dije a Chris, el día antes de volvernos a Holanda, “la cosa está que arde”, y el pueblo ardió de furia el día después, cuando hubo elecciones, y enseguida estalló una guerra civil. Nos parecía surrealista verla por televisión, cuando habíamos estado ahí, el día anterior.
Esta experiencia en Kenia de hace tres años atrás, me dejó pensando en muchas cosas: que ponemos demasiadas expectativas en los políticos, que en el caso de los kenianos es natural que lo hagan porque el nivel de corrupción de muchos gobiernos africanos es vergonzoso, y esos gobernantes le deben todo a sus pueblos, agua potable, luz eléctrica, una casa digna, salud y educación. En una sóla palabra, la base esencial para poder vivir dignamente. El tema está en que esa base no se construye de la noche a la mañana, y hay que crearla entre todos. Uno de los problemas más graves de las poblaciones marginadas es que están convencidas “de que no pueden salir adelante”, y eso es triste de ver y de oír en las historias de la gente. Ese convencimiento los hace aún más vulnerables y para los políticos corruptos es muy fácil manipularlos.

En Holanda hubo elecciones hace ya unos meses y salió una coalición entre la derecha y la derecha extrema que a mí no me gusta. Pero, todavía no se ponen de acuerdo para gobernar, sin embargo, la gente aquí en Holanda se sigue levantando cada mañana para ir a laburar, y creo que muchos holandeses no esperan demasiado de esta nueva coalición que si no se pone de acuerdo, el pueblo ya exigirá nuevas elecciones. Espero que las haya pronto y que podamos obtener un resultado menos extremista. Tampoco me convence la extrema izquierda porque no me gustan los extremismos de ningún color. No creo en verdades absolutas, ni en la política, ni en el arte, ni en la religión, ni en ningún aspecto de la vida. A mí me gusta que piensen diferente a mí porque de esa manera puedo acceder a otro punto de vista. Mi esposo es ingeniero y me fascina hablar con él de cualquier tema; muchas veces tiene una visión diferente a la mía, y eso me enriquece.
Pero por sobre todas las cosas, me gusta vivir en paz.

Y es lo que más le deseo al mundo.

2 comentarios:

  1. Como siempre, Ale, con simples palabras describís con mucha profundiad una escenografía determinada y a los actores los retratás con pinceladas precisas. Con esas imágenes lográs llegar a tus lectores aportando certeros y provocativos comentarios, tan propios tuyos pero a la vez tan universales. Como bien dejás entender todos los extremos son sumamente peligrosos y es muy triste comprobar que para cambiar un pueblo deba llegar a la revolución y al levantamiento armado cuando el cambio en paz es lo deseable!
    ¡Gracias por hacernos reflexionar! Teresita.

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  2. Gracias, Teresita por compartir tus impresiones y por ESTAR SIEMPRE PRESENTE!!!

    Un abrazo, Ale

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