domingo, 9 de febrero de 2014

en el aire


Me gustaría entender aunque sea uno de los tantos caracteres chinos que veo en el periódico de la pasajera que está sentada a mi lado. Es un largo vuelo hacia un mundo distinto pero no tanto. Lo vertiginoso es “alejarme” de mi hijo. Haberme “desprendido”, aunque sólo sea por unos días. Hay un puente de aire que se tiende entre nosotros y en él caben infinitos abrazos de luna llena. Necesitaba “alejarme” para volver y estar más cerca. Necesitaba alejarme para volver con las alas renovadas. Todavía estoy a muchas horas, a muchos cielos de Shanghai. Pero ya empiezo a escribir, como una forma de respirar, como una forma de vivir. La escritura es un viaje hacia la luz que empecé el primer día en que nací. Como si los astros los hubieran sabido antes que yo. Aunque desconocía las palabras, no era difícil escribir. Un grito, un cordón umbilical desangrándose, una flor, un llanto, una mariposa, un árbol, un violín, una caricia, un caracol, una herida, un paraguas azul, una sonrisa, una lluvia de otoño, una nube de pájaros rondando un campanario, y todas las lunas de los siglos de los siglos, son la esencia de escribir. 

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