viernes, 14 de febrero de 2014

portrait


Un mar de edificios alcanzan el cielo y atraviesan una niebla de smog. Unas personas hacen Tai Chi a las siete de la mañana en un parque de la ciudad; árboles pequeños plantados hace poco. Un templo con un Buda que da fecundidad a la mujer que se lo pide. Un mercado desbordado de comidas exóticas, sabores desconocidos envueltos en pasteles de colores, arroz con una textura como chicle. Una niña con una mariposa en el pelo aprende a comer tallarines con palitos. Una linterna mágica proyecta figuras de cine antiguo en una esquina, un hombre obsesionado en vender relojes patina por People´s Square, otro hombre peina a una mujer en la vereda y le vende a los turistas cómo se hace el moño tradicional de una china. Un túnel con luces psicodélicas y muñecos de papel, una torre de 479 metros de altura desde donde se ve La Perla de Oriente y gran parte de la ciudad. Un restaurante donde se encarga el menú con ipad, fuentes y luces de colores por todas partes. Edificios con una arquitectura de películas de ciencia ficción, taxistas encerrados en “cabinas telefónicas”, personas vestidas de blanco bailando en una peatonal. Casi nadie habla inglés, el mundo se escribe y se pronuncia en chino, los occidentales dejamos de ser el ombligo del universo. Una mujer con la boca tapada como una cirujana se protege del smog, un museo con cuadros electrónicos y proyecciones en 3D, una tienda de sedas tradicionales, una casa del té, el barrio antiguo con sus pagodas, una novia vestida de rojo, y un alemán canta en chino en un pub de Karaoke. Este es mi retrato de Shanghai. 

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