domingo, 23 de febrero de 2014

naturaleza viva


Hoy probé una fruta de Ecuador que había desconocido hasta el momento. Es pequeña, redonda, amarilla y segrega un líquido pegajoso. Tiene una textura que se disuelve con la rapidez de un relámpago y deja un suave sabor a reminiscencias de lo que fue el primer mordisco. Es comparable con una uva blanca y con algunos recuerdos de la infancia donde los nísperos eran la fascinación del abuelo. Unas hojas finitas envuelven la fruta ecuatoriana como el capullo de una flor. Al morderla, una intensa explosión en la boca inspira (como el primer beso) a buscar más de esa fruta oculta y misteriosa.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario