domingo, 27 de agosto de 2017

de camino a la playa


Atravesamos bosques de árboles retorcidos que se van estirando en busca de cielos y pájaros. Huellas de un otoño prematuro nos sorprenden en las ramas de algunos árboles donde las hojas empiezan a ponerse moradas. Los bosques iban quedando atrás para abrirle espacio a los campos llenos de mariposas amarillas. La luz se hace más intensa en la medida que avanzamos sin la sombra de los árboles.  Casas de madera  se integran a la naturaleza como si fueran el tronco de un árbol más. Fabrizio corta una margarita y quiere que me la ponga en el pelo, detrás de una oreja. Después de caminar 30 minutos llegamos a una bahía. Unas vacas descansan en la orilla y nos miran desencajadas, como si estuviéramos irrumpiendo el paisaje, invadiéndoles la siesta. El agua, un espejo de Dios, donde las nubes se reflejan apaciguando el calor. Algunos veleros se desplazan en el mar dibujando caminos inciertos. Es momento de estar juntos y de contemplar lo que nos abraza. 

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